sábado, 23 de octubre de 2010

suplemento 4

La historia y su praxis (4)
Jorge Flores
CCH Azcapotzalco, Historia
INTRODUCCION (véase los números 0 y 1)
2. Conclusiones

La presente propuesta es un acercamiento a los problemas de la Enseñanza de la Historia, en el contexto de la RIEMS y el modelo económico vigente en el país que a mi juicio intenta dejar al margen, a las disciplinas que no le son rentables económicamente, puesto que no responde a la lógica de la producción y el consumo, así, que la apuesta del discurso oficial y su proyecto se expresa en el interés por la creación de escuelas tecnológicas, sólo vasta conocer el número de centros educativos tecnológicos que en los últimos años se han construido y los programas de secundaría en los que la asignatura de historia se imparte sólo en el segundo año Historia Universal y en el tercer grado Historia de México, y por lo mismo ha ido perdiendo presencia en el currículo, de tal forma que la currícula de ENP no corresponde a la pobreza educativa de ese nivel educativo; de tal suerte que se intenta apretar los contenidos de nuestros programas e incluso eliminar temas de importancia que en cualquier momento son de suma relevancia en la educación, e historia de este país, pero tal parece que lo que menos les importa a los últimos gobiernos es la enseñanza de nuestra historia y mientras más incompleta se encuentre en los libros de texto mejor, y mucho menos la historia mundial.
Este diálogo se inserta en un contexto de debate acerca del sentido de la enseñanza de la historia, que pienso demanda –casi diría con urgencia- una profunda reconsideración del tratamiento e importancia de lo que significa el conocimiento del pasado y su transmisión en nuestra sociedad, el cual no es una cuestión menor de revisión de la relación entre la historiografía, las minorías y su enseñanza, en tanto saberse legítimos y en tanto legados intergeneracionales. En este sentido, el momento actual parece caracterizarse por un lado, por los procesos de globalización de los últimos años y la consiguiente perdida de centralidad de las instancias estatales nacionales en la generación y promoción de identidades con sentido social; y, a su vez, por la vigencia de historias e identidades –“viejas y nuevas”- de orígenes distintos, que trasladan una parte considerable de las demandas y luchas políticas, al campo de la cultura.
Por ello es más que oportuno discutir, reflexionar y proponer propuestas que permitan el fomento e importancia que tiene el sentido de la enseñanza de la historia, en las instituciones educativas y muy en particular la ENP. Además de que en los últimos veinte años le han dedicado al aprendizaje y enseñanza de la historia básicamente cuestiones didácticas y cognitivas y de españoles (Carreto, Voss, Prats, etc.) que han centrado sus esfuerzos en los procesos de aprendizaje de los alumnos o en las distintas estrategias docentes de los profesores. Mientras elementos como el conocimiento y el estudio de la memoria colectiva –en mi opinión- han quedado al margen con una escasa atención a las variadas situaciones vinculadas con la historia escolar y las profundas transformaciones y debates que se han venido debatiendo en torno a ella. Sin embargo, -no hay que olvidar- que la escuela es justamente un ámbito donde las sociedades y elites se disputan las memorias posibles sobre si mismas. 
E incluso en la actualidad, es posible observar como el escenario intelectual que se encuentra involucrado con estas problemáticas revelan elementos sobresalientes de distintas luchas por una representación del pasado y la proyección de futuros colectivos que no por ello deben quedar marginados de la historia. Haciendo énfasis en función de objetivos cognitivos, orientados a la formación del conocimiento disciplinar, y sociales o identitarios, dirigidos –se supone- a la formación de la identidad nacional. 
Sin embargo, como he señalado desde hace cerca de veinte años se viene generando una “fuerte y creciente tensión” entre distintas instancias –UNAM, SEP, etc.- que durante esta última década aparecen como contradictorias y difíciles de conciliar –en apariencia- , en la práctica escolar, tal como puede observarse en los casos en que, en distintos países, la enseñanza de la historia cambio en un tema de airado debate. Algunos de ellos y más significativos, que no es coincidencia alguna por el contexto histórico: 
  • Entre 1992 y 1994 numerosos manuales escolares de la Unión Soviética, así, como de numerosos países bajo su influencia, se modificaron drásticamente; esto supuso, entre otras cosas, que millones de alumnos de distintas edades recibieran de la noche a la mañana, una versión de su pasado nacional, y del pasado en general radicalmente diferente de la que venían recibiendo. (véase Procacci, G. La memoria contraversa. Calgliari. 2003.)
  • En los Estados Unidos, el país más influyente del planeta, la elite neoconservadora, que finalmente se haría con el poder en los años de las elecciones de 2000-2004, llegó a cuestionar seriamente los nuevos contenidos escolares de Historia, diseñados entre 1994 y 1995 por numerosos especialistas después de un trabajo minucioso, profesional y ampliamente democrático. A su vez, los libros de texto estadounidenses de historia han recibido serías y profundas críticas por analistas de este mismo país. (tomado del seminario de los procesos de globalización, postgrado de historia, 2004)
  • En el caso particular de México hay que recordar que en 1992 a raíz de –en el sexenio de Salinas de Gortari- un cambio brusco en los textos de historia para cuarto, quinto y sexto grado de primaria se produjeron discusiones de gran repercusión pública en torno a los contenidos escolares de historia, cuyas consecuencias y problemas de fondo continúan sin resolverse. Esta polémica estuvo más allá del ámbito de la escuela y adquirió repercusión social y política, dejando de manifiesto la crucialidad del rol de la escuela y por supuesto de la historia, en un amplio y fuerte debate en el que, en verdad, se encontraban en juego las posiciones del presente y el proyecto de futuro de nuestro país.
Lo anterior es un ejemplo de lo importante que es el significado y utilidad de la enseñanza de la historia y que las nacionales no se escapan en nada del contexto mundial, esto es que los procesos globales que –tanto en la academia como en el ámbito educativo, por un lado, y desde la propia sociedad civil al discurso político- expresan la vigencia de un debate profundo de las historias nacionales -de nuestra historia- e incluso locales, una reflexión del pasado que requiere de cambios sustanciales en la Historia académica y propuestas “radicales” en torno a la historia escolar.
Si bien es cierto que todos estos aspectos contienen tendencias comunes que en ocasiones son contradictorias entre sí, como: 1) la indagación de un vínculo significativo entre la pertinencia del pasado y la identidad nacional local y cultural; 2) la necesidad y compromiso profesional de historias menos míticas y más objetivas; 3) la obligación y responsabilidad ética de recrear los conflictos del pasado con temáticas que contengan proyectos a mediano y largo plazo, como lo serían las reinterpretaciones de diversos conflictos locales, nacionales y mundiales en un afán por construir un mundo mejor y; 4) el todavía uso irrenunciable de desarrollar comparaciones entre las varias interpretaciones de la historia en relación a un mismo hecho.
Es frecuente que los diferentes puntos de vista acerca de muchos fenómenos se consideren que eran predecibles dados los intensos cambios sociales con repercusiones políticas graves de los últimos años, y que no revelan en verdad la suficiente importancia, pienso que el sentido común puede provocarnos una severa crisis y que por ello debemos ser enfáticos en insistir que se trata de situaciones espectaculares, con causas y problemas similares y que sin duda son irrelevantes para investigar, analizar y reflexionar en función de las contradicciones vigentes de la enseñanza de la Historia, y su posible deformación, y por supuesto el del conocimiento historiográfico. Por ende debemos –a mi juicio- considerar la pertinencia de la importancia de estudiar el vasto conjunto de acontecimientos en un contexto internacional, tarea que se quiere dejar fuera de los libros de texto y la currícula de aprobarse la RIEMS en la UNAM, y la necesidad de la inclusión de los distintos actores sociales y su papel protagónico como sujetos de la historia, como un requisito para entender lo universal y lo particular.
Otra ausencia común y de consideración es la de quienes en mi opinión, son ciertos voceros diminutos pero necesarios: los creadores de las currículas, programas y textos –“oficiales” y validos-, los profesores y estudiantes sus propuestas deberán escucharse en los debates de las posibles reformas a los planes y programas de estudio de la ENP. de tal forma que los contenidos históricos tematizados en los programas y textos escolares y prácticas que los entrelacen desde su experiencia adquirida mediante el aprendizaje histórico (como factores onomásticos y memorables de celebrarse), y los iconos identitarios, las percepciones mutuas conforme a la relación alumno profesor en el aula de clases.
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